MEMORIA de Apichatpong Weerasethakul
- juan pablo franky carvajal
- 23 feb 2023
- 5 Min. de lectura

Memoria
Cuando el rio suena, premios lleva. Genera estruendos sutiles, ruidos que brotan del caudal de los rumores. Desde lugares lejanos esos ruidos comienzan a hacer eco, a resonar en los medios, a repetirse en los diarios. Lentamente generan una gran expectativa, creando un acontecimiento social del cual hay que hacer parte ¿Ya viste Memoria? ¿Qué te pareció la actuación de la Swinton? ¿Disfrutaste de la música de López? Quizá la mayor relevancia de un premio sea crear esos reflectores que se encienden encima de los ganadores, lo cual hace que aquello que se alce con un premio comience a estar en la boca de la gente. A nacer en el verbo, a circular en el habla popular.
En el caso de Memoria, ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes y producida por Diana Bustamante, la sola presencia de una comitiva colombiana en Cannes y la participación de la película en la Competencia Oficial del certamen galo, era suficiente para aguardar con ansias el estreno de la película. Su premio aumentó el interés del público por acercarse a ella. La puso, aún más, en un pedestal con un potente reflector con luces de colores. Sin embargo, aunque la curiosidad fue grande, un primer encuentro con el cine de Apichatpong es un ejercicio del cual es difícil salir intacto. La experiencia que vivimos frente a sus películas resulta inquietante e intransferible. Cada uno se enfrenta a la obra de manera particular, con sus herramientas y sus expectativas. El asunto acá es que aún nos relacionamos con las películas haciendo una valoración maniquea entre un Me gusta y un No Me gusta. Como si estuviéramos repartiendo likes en Facebook, limitando la complejidad de su propuesta, mermando las posibilidades de una discusión sobre sus alcances.
¿Puede no gustarnos Memoria de Apichatpong? ¡Claro que puede no gustarnos! Lo que no podemos es prescindir olímpicamente de su presencia. Evitarla, desecharla, evadirla. En su mera existencia está en juego, no solo una invitación a acercarnos con respeto y digna curiosidad al mundo, sino también y, en especial, la idea de que es necesario salir de la burbuja en la que vivimos y acercarnos al otro, a lo otro, a lo desconocido. Vivir en constante curiosidad, movernos atentos al descubrimiento, ser seres dispuestos a sentir y entender, o por lo menos intentar entender, el mundo que nos rodea.

La película dirigida por el tailandés Apichatpong Werasetakul se nutre de una premisa sensorial. De una experiencia compartida por el director y la actriz protagonista de la película, Tilda Swinton. Los dos tenían desde hace más de diez años la idea de hacer una película juntos, faltaba encontrar un lugar que no fuera Tailandia para ponerle leña al fuego de su deseo. Hasta que hace unos años el tailandés fue invitado al FICCI (Festival Internacional de cine de Cartagena de Indias) y al tener la oportunidad de recorrer tierras colombianas sintió que había dado con un lugar que le transmitía algo particular. Le comentó a su amiga y ambos resultaron en Colombia filmando una película. Enfrentándose al hecho de ser extranjeros. No conocían el idioma, no conocían el territorio. Sin embargo, los dos estaban dispuestos a descubrir o, mejor dicho, entregados a lo desconocido.
Tiempo después ambos reconocieron que sentirse perdidos, dos desubicados en Colombia, fue una bendición. El hecho de no saber qué esperar, estar abiertos a la incertidumbre de lo que pueda acontecer resultó ser un común denominador que se plegó y desplegó de forma extraordinaria en la elaboración de Memoria.
En la película Jessica, la protagonista, no hará más que deambular, escuchar y observar con atención. Sus recorridos brotan de una intención. Se ha despertado escuchando un sonido que perturba su cabeza. Es ella la única que lo oye ¿De dónde surge este sonido? ¿Qué es exactamente lo que escucha? El misterio se instaura en la película y funciona como un motor que le da vida y la pone a andar. Un deseo que palpita con el paso del tiempo y que va creciendo. El ansia de conocer, de investigar. Lentamente el impulso de la incógnita va abriendo intersticios para que la protagonista se inmiscuya en un mundo que se le presenta en su esplendor rutinario. Ella es una antena receptora de sensaciones, de vibraciones, de pálpitos. En su recorrido intenta recolectar experiencias, entregarse con atención a la música, escuchar y crear poesía, asombrarse con obras de arte. Su camino la lleva a descubrir de igual forma lo urbano y lo silvestre, el ruido y el silencio, el pasado y el futuro que habitan el presente.
Memoria es la certeza de una sutil conexión que reverbera entre la naturaleza y los tiempos, entre los acontecimientos y los seres humanos. No es un asunto holístico de chamanes que nos invitan a abrazar arboles, sino una sensación palpable que nos vincula cuando nos permitimos un tiempo prudente para descubrir al otro, descubrir lo otro. Y es justamente esta forma de vivir la que se pone en la mesa y se nos presenta como una opción diferente a la hora de sentir y pensar el cine. Una apuesta en la que el cine se entrega al instante dejando de lado el clímax. Ya lo anotaba Apichatpong en un texto que escribió durante la pandemia, equiparando el cine a un viaje en auto, en el cual cuando somos pequeños anhelamos con ansias llegar a nuestro destino, impacientes y emocionados, mientras que, al crecer disfrutamos con parsimonia del paisaje, saboreamos el instante en su actual devenir.

Y es acá en donde debemos plantear la importancia de defender películas como Memoria, aunque le gusten o no le gusten al público. Porque el asunto no es que nos guste memoria, sino defender su posibilidad de existir y promover que continúen existiendo películas como estas. Películas que nos enfrentan a la idea de acercarnos al cine sin prejuicios. De la misma forma en la que debemos acercarnos a las personas. Este cine plantea un problema que no hemos logrado solucionar hoy en día. ¿Cómo ampliar la forma en la que percibimos el cine?
Esta pregunta resulta tan importante y fundamental como preguntarnos cómo aprendemos a relacionarnos mejor con el otro. Si logramos respetar y aceptar el hecho de que películas que resultan opuestas diametralmente a nuestros gustos son dignas de ser atendidas, y las vemos y escuchamos con respeto, quizá y también estamos dando un paso para asimilar al otro. Abrimos posibilidades para acercarnos de la misma forma a aquellos que piensan y perciben el mundo de forma diferente. Son las pequeñas acciones las que nos definen y si logramos dialogar con una película que no entendemos, quizás podremos dialogar con mayor aceptación con aquellos que piensan diferente a nosotros.
Bien escribía Pedro Adrián Zuluaga que “Memoria tiene la cualidad inexpresable de los grandes acontecimientos o los traumas. Hay una urgencia de hablar de ellos, pero no se sabe muy bien cómo.” Y es que, aunque no se sepa muy bien cómo hablar de Memoria es importante buscar la manera de hacerlo, de construir reflexiones entorno a su existencia, en abrir espacios para el dialogo de sus ideas.
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