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OTROS MUNDOS POSIBLES

  • Foto del escritor: juan pablo franky carvajal
    juan pablo franky carvajal
  • 9 oct 2023
  • 3 Min. de lectura

Entre las sombras arden mundos Ismael García Ramírez Colombia/ 2023 / 20′


“No hay que representar la vida como es ni como debería ser, sino como aparece en sueños.”


La Gaviota, Antón Chéjov


Una nueva generación de directores en Medellín está gestando un cine que ofrece una mirada que confía y cree en la existencia de otros mundos posibles. Atosigados de violencia y estigmatismos pueriles los jóvenes en la capital de Antioquia miran de frente la realidad, pero sin evitarla y, mucho menos, sin la necesidad de arrodillarse frente a ella. Cortometrajes recientes como Vienen las gritas (Daniel Mateo Vallejo, 2022) y Presagio (Juliana Zuluaga, Tiagx Vélez, 2022) ofrecen universos que retumban entre latidos de sensualidad y una fuerza que desborda la pantalla. No se queda para nada atrás Entre las sombres arden mundos (Ismael García Ramírez, 2023) un cortometraje que sorprende por su capacidad para resistir desde la ternura, para confiar en los abrazos, para diluir mediante la complicidad la distancia de aquello que creemos distinto. Su premisa es breve y demuestra con creces que siempre el asunto no es solo lo qué se cuenta, sino Cómo se cuenta. Una mujer pelea con su marido y decide ir a buscar refugio en el hogar de su hijo, en este encontrara un espacio de contención en una noche que se extenderá hasta al amanecer, en la que el baile, el alcohol y la mariguana serán el coctel que acompañe la unión de las almas.





Entre las sombras arden mundos es una invitación a entrar en el hoyo del conejo, sumergirse en una aventura en la que hay que entrar sin prejuicios. Así lo hace Ramona, nuestra heroína de rostro taciturno y siempre expectante, recorriendo sin saberlo un trayecto que la llevará de forma inesperada a derrumbar brechas generacionales. Antes de llegar a la casa de su hijo Julián la vemos seria en la parte de atrás de un taxi, del que se baja para atravesar una trocha en la que la hierba y el pasto alto nos recuerdan esos espacios de transición, esa entrada a universos místicos de los que, al salir, sabemos que no seremos los mismos que cuando entramos. El encuentro con su hijo llega con regalos, pues sus amigos se vuelven los acólitos perfectos que ayudan a que el ritual de los abrazos se vuelva algo sincero y efectivo, ya que serán estos quienes inviten a la madre a conocer el mundo nocturno de su hijo. Desde este momento en adelante todo será un fluir natural que irá en crecimiento, acá no importa la edad, ni las etiquetas, ni mucho menos las penas; el afecto gobernará el ambiente diluyendo las falsas barreras que nos imponemos al mirar al otro. Así, Ramona comparte con su hijo la impotencia de haber elegido a un mal marido que resulto ser un pésimo padre, pero en lugar de revolcarse en la queja y el dolor, siembran entre sombras y bailes la semilla de un pacto de cariño en el que se encuentran los más profundos deseos de bienestar y amor.





Un cortometraje que se aleja del realismo tosco y denso, para darle espacio a una imagen que coquetea con el sueño, en el que el núcleo familiar tradicional, le da espacio a otras familias, a nuevos vínculos en los que prime la empatía y se resquebrajen las imposiciones. Sera este espacio de afecto el que ostente con dignidad la etiqueta de refugio, de espacio para el descanso, lugar en el que se recarguen energías para poder encarar una vida colmada de inequidades y heridas. Porque no hay que entender este cortometraje como un simple canto a los excesos en familia – y si así lo fuera no sería un despropósito- ya que al final, mientras amanece, Ramona en soledad observará desde la terraza en la que se encuentra a una Medellín nublada, gigante y gris, en donde cada quien está lidiando sus propias batallas. No sabemos qué piensa, pero sabemos lo que ha vivido, compartimos con ella las sutilizas de las risas cómplices y los cuerpos danzando. Sentimos que la resistencia desde el afecto es posible y no importa el pasado, ni el futuro, mientras el cuidado abrace a los corazones.


En Medellín se está gestando un cine de otros mundos. Obras que apuestan por mundos diferentes, por espacios por venir, por lugares para explorar y soñar. Mundos que nacen entre las grietas y presagian transformaciones. A diferencia del largometraje Anhell69 (Theo Montoya, 2022) que como anota Pedro Ardían Zuluaga es una película que le rinde tributo a la muerte ostentando su culto, el cortometraje en la capital de Antioquia está demostrando que la vida tiene todavía múltiples y variadas posibilidades y Entre las sombras arden mundos es el mejor ejemplo de estas transformaciones por venir.






 
 
 

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