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Suspensión de Simón Uribe

  • Foto del escritor: juan pablo franky carvajal
    juan pablo franky carvajal
  • 16 sept 2021
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 2 may 2023


Suspensión

Dir. Simón Uribe

Documental

Año: 2019 Duración: 73 min.

País: Colombia


Suspensión en el país de lo sublime.


Una bandera de Colombia ondea sus colores con elocuente patriotismo amarrada a un palo seco. Sobresale altiva en el medio de un puente inconcluso. Pareciera que el estandarte nacional hubiera sido puesto en este extraño lugar por colonos que acaban de conquistar lo inconquistable. Nunca sabremos quien acomodó con tanto orgullo esa bandera en una construcción inacabada. En uno de los más de 1.400 elefantes blancos que la contraloría general de la nación ha identificado a lo largo y ancho del territorio. Sin embargo, aferrada a este puente que va a ningún lugar, simboliza una ironía que enarbola la corrupción, el olvido y la negligencia estatal como dignos representantes de nuestra pasmosa historia.


Este puente que interrumpe su curso para estrellarse con el vacío, es el protagonista de Suspensión. Documental dirigido por el geógrafo Simón Uribe, que nace de una investigación para una tesis doctoral sobre la configuración regional a través de las carreteras del pie de monte amazónico. Con un suelo firme, como puede ser el de una investigación doctoral, Simón Uribe decide hacerle justicia a un paisaje sublime, sobre el cual se construiría una infraestructura vial, para contactar por carretera San Francisco y Mocoa, en el bajo Putumayo. Aunque registrar audiovisualmente ese entorno exuberante y abigarrado, sobrepasando así el rígido discurso académico, no será la principal intensión del documental, sino acompañar y seguir el día a día de una obra de ingeniería pocas veces vista en Colombia.


Filmaciones de obras de mega ingeniería y lo impactante de su resolución material debe haber más que suficientes ¿Entonces qué hace a Suspensión un documental tan particular? Que tanto Simón Uribe como su hermano, el productor Joaquín Uribe, terminan entregándose a dos grandes obsequios del que hacer documental: la incertidumbre y el azar. La película que se conforma al servirse de estos regalos supera con creces la del registro del poder humano dominando su entorno mediante grandes obras. Condensa situaciones inesperadas que dan muestra de las dificultades de habitar un territorio complejo en donde la naturaleza es agreste y las promesas políticas vacuos lemas de campañas.

El documental nos presenta al ingeniero Guillermo Guerrero, quien nos guiará en la expedición por este paisaje selvático. Mediante fotos en blanco y negro, material de archivo y filmaciones recientes de los acantilados que acompañan a los usuarios de la vía, vamos desentramando la precariedad en la que se encuentran las rutas de una de tantas regiones del país, siendo el estado de esta, una fuente constante de reclamos y quejas por los múltiples decesos que ha ocasionado ganándose el sobrenombre, para nada meritorio, del trampolín de la muerte.


Los preparativos para la construcción comienzan y el clima pareciera nunca será un buen amigo. Al mostrarnos a los obreros trabajando bajo la lluvia, envueltos entre la niebla, mientras construyen un fragmento de esta grandilocuente infraestructura, batallando contra la naturaleza, podemos recordar cómo a través de los tiempos se hace presente desde la conquista la idea de un proyecto civilizador que arrasa lo que encuentra a su paso. Una ideología que se consolida con la modernidad que promulga la necesidad de dominar a la naturaleza en aras de un progreso en línea recta, donde una razón instrumental es suficiente para nuestra “evolución”.


Una pugna en la que el documental se decanta por presentar con sutileza y respeto el imponente paisaje por el que serpentean las vías, el cual desde el comienzo del documental sobrepasa la imagen postal de Vive Colombia viaja por ella, para acercarnos a una naturaleza indomable, con tintes de misterio, magnificado por la música, con la cual la imponencia de las montañas rodeadas de niebla recuerda lo pequeños que somos. Paisajes que desbordan lo humano en donde es latente su carácter sublime, esta sensación de aquello que se aleja de lo bello para coquetear de forma constante con el terror que genera lo siniestro.


Y es que al final, cuando los obreros comienzan a abandonar la obra y el tiempo a hacerse presente, en esta estructura abandonada el oxido dibuja figuras en el concreto, absorto entre la quietud de una carretera inacabada el ganado se apodera de un puente inconcluso, las enredaderas crecen libres entre las grietas del cemento y una araña construye su hábitat entre las barandas. Como declararía el director Alemán Werner Herzog al hablar de la jungla, la naturaleza se puede ver como un ente violento e infame, asfixiante que pelea por sobrevivir.


Colombia es un país que en sus límites contiene un territorio tosco, denso y complicado. Construir rutas para conectar su geografía ha sido desde tiempos inmemorables una batalla constante entre el hombre y la naturaleza. Suspensión nos ubica en una espiral, en la que las imposibilidades se repiten, otorgándonos la potestad para declarar que en este país el tiempo parece suspendido. Un eterno retorno en bucle del cual solo hemos podido salir habitando el absurdo, rediseñando nuestros equívocos o divirtiendo con nuestras miserias. Tal y como lo presenta el documental al filmar a gente visitando esta estructura olvidada para divertirse tomando fotos, haciendo acrobacias con motos, divisando el paisaje como si de un mirador se tratara. Un mirador desde el cual se puede apreciar el largo y enredado camino que le falta al país para salir adelante.


Suspensión no ofrece soluciones, ni recolecta diatribas o loas al gobierno, no entrevista a los responsables políticos del desfalco económico, tampoco toma partido por ciudadanos, obreros, ni empresarios. Suspensión se entrega al devenir de las situaciones, a lo que va encontrando en el camino. Se va alimentando de sus descubrimientos, con los que mediante un montaje sobrio y cuidadoso se desenvuelve presentando el pasado-presente-futuro de su objeto a documentar.


Las fotos en blanco y negro, que nos presentan el pasado de las vías, datan de la primera década del siglo pasado y son de un camino de herradura construido por misioneros capuchinos, que después se convertiría en carretera. El esfuerzo de los trabajadores por levantar la construcción y el estado inconcluso de la estructura, además de su posterior abandono, son el presente filmado para el documental. Mientras la proyección a futuro presentada mediante imágenes computarizadas de carácter foto realista, con las cuales se le muestra a los residentes de la zona, cómo quedaría la obra al ser finalizada, apuesta por la posibilidad de documentar un futuro ideal al que se aspira llegar.


En todo caso, las imágenes del pasado resuenan lejanas y ajenas, fantasmas que habitaron y recorrieron nuestras tierras y burlaron al olvido al quedar retratados en aquellas fotos, mientras las imágenes del futuro son una construcción de algo por venir, la creación de una ilusión que podría llegar a ser pero no lo ha sido. En el fondo la película, por más que enmarque su tema entre archivos de un pasado lejano y un posible futuro, lo que le importa es el presente, ese presente suspendido, ese presente de esfuerzos vacuos, en el que podría llegar a injerir, del que es menester hablar. De esta forma Suspensión nos mira a los ojos para recordarnos que este es el estado de las cosas, este es nuestro presente, este es el punto desde el cual debemos construir.


Suspensión terminará de forma abrupta. Fiel a su disposición para acomodarse a lo inesperado. Un lamentable desastre natural en la capital del Putumayo, concluirá con las intensiones, por parte del director y del productor, de continuar tejiendo un relato con lo que van absorbiendo en el camino. La fuerza de la naturaleza aparece como un Deus ex machina, esa herramienta del teatro griego en donde un dios o personaje baja de los cielos para solucionar todo, sino que esta vez no se soluciona absolutamente nada. Lo que baja de los cielos solamente llega para empeorarlo todo. Un final que para algunos podrá ser algo brusco y facilista y, para otros, obligado y necesario. Un final que da por concluido un registro, pero potencia la historia de un fracaso. El de una obra en la que ya se invirtieron cerca de 100 millones de dólares y aún falta terminar el 60 % de la carretera. Concluirla tardaría otros 10 años y 482 millones de dólares adicionales.


Con estos números esperemos no se cumplan las palabras de uno de los habitantes de la zona que declara en el documental: “Eso así como va le pongo otros 100 años pa´ que acaben de hacer esa variante. Ya llevo 34 años por aquí, aunque el señor gobernador y mucha gente dice que si, que lo van a hacer… Paro las patas yo y la nieta mía y eso queda ahí, eso si es mentira, yo no creo en ese poco de mentiras de esos hijueputas!




 
 
 

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